Contar una historia imaginaria es decir una mentira que debe tener cierto grado de verosimilitud.
Durante las clases de guion o narrativa que dicto, suelo decirles a mis alumnos lo importante que es crear historias que sean creíbles para los espectadores o para sus lectores. Algunos temen a tan serias palabras e inmediatamente crean relatos en los que discriminan a seres o situaciones sobrenaturales o fantásticas. Es en ese momento que recurro a explicarles qué es la suspensión de la incredulidad.
Cuando nos sentamos en una butaca de teatro o cine; nos acomodamos en un sofá frente al televisor; o a disfrutar de la lectura de un libro acompañados de nuestro café favorito, hacemos un pacto tácito con el autor de la obra y nos permitimos creer lo que nos cuenta. Cuando asumimos el papel de autor, parte de nuestro trabajo es respetar al lector o audiencia y por lo tanto debemos contarle situaciones lógicas dentro del universo que presentamos.
La suspensión de la incredulidad o cese de la incredulidad (en inglés: “Willing suspensión disbelief” o “Suspension of diesbelief”) es justamente lo que describo en el párrafo anterior. Cuando el autor presenta en su obra a vampiros, hombres lobos o seres humanos, el espectador se da la licencia de creer que existen durante el tiempo en que dure la historia. Pero cuidado, esto no solo sucede con las obras de terror, fantasía y ciencia ficción, también ocurre cuando la historia logra hacernos llorar ante la muerte de un personaje, por ejemplo. La suspensión de la incredulidad puede lograr que sintamos que lo que ocurre cale de tal manera en nuestro interior y se sienta real (aunque sepamos que no es así) por un periodo de tiempo.
Dato: El origen del término “Suspensión de la incredulidad” tuvo lugar en 1817 y se le atribuye a Samuel Taylor Coleridge, quien fue poeta, crítico y filósofo inglés.
Aquí Catherine Tramell, personaje de la película “Bajos Instintos”, interpretado por Sharon Stone, lo explica en pocas palabras.
“Esta idea dio origen al proyecto de Lyrical Ballads; en el cual se acordó que debería centrar mi trabajo en personas y personajes sobrenaturales, o al menos novelescos, transfiriendo no obstante a estas sombras de la imaginación, desde nuestra naturaleza interior, el suficiente interés humano como para lograr momentáneamente la voluntaria suspensión de la incredulidad que constituye la fe poética”.
Samuel Taylor Coleridge, Biographia Literaria (Wikipedia)
Conseguir la suspensión de la incredulidad en el público es quizás uno de los retos más importantes del autor de una obra. Cuando no se logra, surgen comentarios como: “Qué pésima historia”, “Esas cosas no pasan”, “¿Cómo va a ser eso posible?”, “Eso no tiene sentido”.
Para lograr que el público crea en la historia que contamos, debemos declarar el tiempo, el lugar y el contexto donde se desarrollarán los hechos. Así empezaremos a marcar pautas en función de la coherencia. Sea una realidad similar a la que vivimos o una fantástica, es importante definir cuáles son las reglas que rigen este universo. Si en este no existen los seres sobrenaturales, en mitad de la trama puede ser riesgoso que aparezca un hombre lobo de manera sorpresiva, ya que afectará la credibilidad de la historia en el espectador.
Samuel Taylor Coleridge
Sea un mundo similar al real o uno fantástico, debemos imaginar cómo son nuestros personajes. Si uno de ellos es introvertido no tendrá sentido que en un punto de la historia se vuelva el alma de la fiesta, de forma espontánea y sin que le ocurra algo que lo obligue a cambiar su forma de ser. Si este va a transformar su personalidad, es imprescindible que le ocurran eventos o debe tener motivaciones que vayan conduciéndolo hacia esa nueva actitud. También, antes de escribir, debemos conocer las limitaciones o las habilidades de nuestros personajes, así mantendrán la coherencia.
Luego de haber definido los puntos anteriores, nos concentraremos en los diálogos de nuestros personajes. Es aquí donde ellos le dirán quiénes son al público espectador o lector. Aquí no solo manifestarán cómo piensan, también lo harán con palabras que los caractericen.
En términos generales, debemos ser conscientes de que al narrar una historia sea audiovisual o literaria estamos contando una mentira, pero esta debe ser lo más creíble posible para nuestro público, así ellos se sentirán a gusto de participar en el juego.
Espero que esta información te haya sido útil.
Hasta la próxima
Daniel Collazos Bermúdez
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